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Desnuda ante el Odio

Desnuda ante el odio… El caso de una Mujer de tantas mujeres...

Buenas noches, se susurrában con miradas  entre la multitud.
El ambiente era de asfixia, sudor, luces parpadeantes, música ensordecedora  (pum, pum, pum, pum…) ¡Cuántas cosas parecían tener en común!
Todo lo que él contaba sonaba tan interesante y ella era tan ingenua, que se dejaba sorprender por sus vacías y pedantes palabras.
Aprovechó su debilidad para sentirse poderoso, le tomó como si en principio fuese una niña frágil de porcelana… tonta de ella, confió. La niña porcelanosa se rompió.
Amaneció allí, no se acordaba si mantuvo relaciones sexuales, o no, pero había un preservativo encima del lavabo.
Su apartamento, como tantas veces… una pocilga donde los cerdos como él cuentan historias y apresan a sus víctimas. Ella… una más de no sé cuántas.
Qué desdichado sentimiento le invadió el cuerpo, su rostro de tonos amarillentos y diversos morados… el carmín expandido creando una falsa sonrisa de payasa… Desnuda, frente al espejo, ante el odio y la violencia de un cobarde, de un niño enfermo, de un hombre débil y trastornado…
Brotaban lágrimas en su corazón, desnuda ante el odio…

Soledad y frustración ante la violencia de un ser amoral. Persona haciéndose hombre con la violencia hacia una mujer.
Una vez fue otra mujer. Mujer castigada por una sociedad egoísta e inhumana. Perdió lo que tanto se valora en una sociedad materialista: el trabajo fijo, la pareja fiel, la familia unida, la dignidad como persona... se arrojó al mar de la búsqueda de experiencias que le hicieran feliz, pues no encontraba felicidad alguna fuera de las teclas de su viejo Clavinova. Y sin darse cuenta despertó encerrada entre cuatro paredes con un psicópata llamado hombre cobarde. El cuál le aisló de su familia, sus amigos (los que consideraba amigos y amigas), menospreciada como mujer, insultada y culpabilizada no sólo de sus problemas, alteraciones y trastornos violentos, culpabilizada socialmente por el desconocimiento y la ignorancia de lo que supone enfrentarse a un maltratador. Acusaba de robarle su creatividad cuando ella creaba algo suyo propio. Se puede robar el bolso de alguien, pero ¿cómo robar una idea que no está plasmada en ningún lugar? Obligaba e imponía el sexo cuando él quería, y si no era aceptado se masturbaba en su presencia groseramente. Golpeaba lo que tenía a su alrededor cuando su razón se desvanecía por argumentos concretos, rompía objetos y amenazaba con acusaciones diversas. Utilizaba su maltrato como arma de culpa para que esta mujer de quién hablo mantuviese la boca cerrada. Una gran nube de vergüenza, frustración, tristeza, dolor, sumisión... llevada a cuestas por una mujer que luchaba y lucha por encontrar esa utópica felicidad.

Un día la tormenta que causó el choque de nubes hizo que esta mujer gritara ¡Basta ya! y se diera cuenta del machismo, que no sólo vivía directamente, sino indirectamente por la sociedad. Acudió a la justicia, con pruebas del maltrato psicológico que había sufrido durante largos meses por un hombre cobarde. Al no tener pruebas físicas demostrables como una hospitalización, la justicia decidió que no había sufrido tal maltrato. Siendo una vez más maltratada en esta ocasión por la ley, los jueces y el poder. Como siempre, la violencia se basa en un abuso del poder,  mediante el empleo de la fuerza o superioridad de unos con el objetivo de someter a otros.

Brotaban lágrimas en su corazón, desnuda ante el odio...

Ahora, él danza libremente por las calles sin ser diagnosticado ni tratado como hombre cobarde. Ella en cambio, danza sumisamente por las calles sin reconocerle el derecho a la seguridad. Derecho que garantiza  la Constitución Española  en su artículo 17, el mismo que garantiza que la libertad es un derecho fundamental. La seguridad es uno de los tantos derechos humanos que recoge la Declaración Universal de Derechos Humanos, recogido en el artículo 3. La vida, la libertad y la seguridad son derechos inalienables, nadie nos los tiene que reconocer, conceder... pues estos son inherentes de la condición humana. Quien los vulnera,  los roba incumple y quebranta los derechos humanos despojándonos de nuestra condición humana.

En un mundo donde las reglas han sido creadas por hombres, la mujer aún tiene mucho que luchar y aguantar para ser considerada humana.Una lucha ardua contra las corrientes religiosas, las tradiciones y costumbres, el patriarcado y la familia tradicional y conservadora, contra las propias mujeres y hombres que aceptan la idea de "sexo débil" creyendo que esforzándose al máximo llegarán a ser iguales que los hombres...

No seremos consideradas iguales, como seres humanos, si pretendemos que los derechos que nos son inherentes, nos los deben conceder los hombres.



1 comentario:

Anónimo dijo...







Habla una mujer .
que necesita gritar y ser persona.Esta justicia , no es justa.