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Única noche

¿Sueñas? y fue cuando de repente abrí los ojos y te volví a ver. ¿Dónde estoy? ¿Es tu cama? Parece mentira que fuera ayer cuando te conocí.
Era un día de esos amargos, en que mi cuerpo no tenía ganas ni fuerzas de salir, pero que debía hacerlo por cumplir a un compromiso.
Todo era normal, fui a cenar con mis amigos y después nos tomamos unas copas. Y allí en ese oscuro lugar te vi.
Me buscabas con tu mirada y con tus brazos, yo me resistía y te esquivaba como podía. Al principio eras suave y cuidadoso con tus movimientos, estabas cortado y yo sabía que llevaba ventaja. Me reía y te observaba.
El bar iba perdiendo bailongos y bailongas, y nos iba quedando más pista por la que escurrir nuestros cuerpos. Me pisabas torpemente, nos sonreíamos. En cada movimiento fijábamos nuestras miradas y nos guiabámos para ejecutarlos. Poco a poco eran más bruscos y pasionales, me tirabas del brazo hacia ti y chocaba contra tu pecho, a la vez que me sujetabas con el brazo la cintura. Nos presionábamos pierna con pierna e intentaba al mismo tiempo mover eróticamente mi gruesa cintura. Parecía tener resultado, porque tus movimientos cambiaban, agarrándome con ganas, estrechándome contra ti, notando el cinturón de tu pantalón clavándose en mi vientre. La pista de baile era libre para nuestros pies, y la música era un regalo a esas horas de la noche. Éramos invencibles, imparables, chirriantes e incluso groseros, pero estábamos disfrutando del baile, del lugar, de nosotros mismos. Sin complejos, nos tropezábamos, incluso nos caíamos. Era gracioso y excitante. De repente nos apagaron las luces y sólo quedábamos tú y yo, fue un cruce de miradas y nos volvimos a agarrar, bailando el silencio del lugar. De buenas maneras nos echaron, y en el aparcamiento entre coche y coche seguíamos el valse del cortejo. ¿Dónde vamos? -A bailar. Y entonces llegamos a tu casa, pusiste música y me pediste de nuevo la mano. Nos dimos más que un baile.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una historia sobresaliente, me gustaria que me pasara...